Aría caminaba sin miedo por la selva de la vida. Saludaba al sol con alegría y, cuando llegaba la noche, desde su propia luna a la Madre Luna sonreía. Se sabía algo más sabia, totalmente protegida. Se sentía, día tras día, algo más viva. La Gran Diosa Creadora era su guía. Ahora tenía la certeza. Podría. Hacia donde Ella quisiera. Iría.
27.5.17